Aquí os dejo, de nuevo, mi relato. Así es como yo viví el T.O.C y lo superé casi definitivamente.

Posted by Reyes On miércoles, 5 de noviembre de 2008 10 comentarios


UNA LLAMADA A LA ESPERANZA

Fue aproximadamente a la edad de los ocho años cuando comencé a desarrollar el Trastorno Obsesivo Compulsivo.
Estudiaba en un colegio católico y la Religión se convirtió en un asunto perturbador para mí desde muy pequeña.
(Recuerdo que rezaba al levantarme por las mañanas, también antes de cada comida, bendiciendo los alimentos, y al acostarme).

Sin embargo, mi infancia transcurrió, creo, como la de la mayoría de niños de mi misma edad hasta que irremediablemente aconteció en mi vida el primer suceso trágico: la muerte de un ser muy querido.
A partir de entonces todo cambió. (No comprendía qué había pasado exactamente ni tampoco sabía dónde se encontraba ahora aquella persona amada).
La conciencia de la muerte se convirtió en una verdadera obsesión para mí. Tenía entonces diez años. Y aquí empezó mi pesadilla, el impulso de mi enfermedad psicológica: el Síndrome Obsesivo Compulsivo.
( Se trata de un trastorno de ansiedad que se caracteriza por generar en la persona que lo padece, una serie de pensamientos, sentimientos, sensaciones e ideas,
( esto son, las obsesiones), que le impulsan a hacer algo o a seguir un tipo de comportamiento concreto, ( esto son, en términos médicos, las compulsiones) para reducir la angustia que le producen las citadas obsesiones).
.
(Se puede manifestar de formas muy distintas en cada persona que lo padece, sin embargo, el mecanismo de éste es siempre el mismo.
El enfermo siente una vulnerabilidad o debilidad exageradas frente a uno o, en ocasiones, varios aspectos en concreto que, poco a poco, va transformando en el objeto u objetos de su obsesión.
El obsesivo compulsivo se obceca en ellos, convirtiéndolos en pensamientos e ideas que va introduciendo de forma involuntaria y repetitiva en su mente.
Estos pensamientos e ideas son, en todos los casos, muy molestos y recurrentes en la persona que padece este complejo trastorno psicológico. Habitualmente, producen un fuerte estado de ansiedad e incluso pueden degenerar en agudas depresiones).

La Religión en general, las dudas y preguntas que se me planteaban en torno a la muerte, el conocimiento de nuevos y, hasta el momento, ignorados problemas que afectaban al mundo y a las personas que vivíamos en él fueron, básicamente, mis particulares objetos de obsesión.

Pasó el tiempo y entré en la adolescencia. Aparentemente, era una joven normal y corriente, con una vida que discurría como la del resto de mis compañeros. Sin embargo, para mi desconcierto, no era así.
Recuerdo que llegaba a casa después del colegio, cogía mis libros y los llevaba a la habitación de estudio. Antes de hacer los deberes, cuando estaba todo dispuesto, corría a mi dormitorio, cerraba la puerta y comenzaba a rezar...
Sabía que lo que hacía no era normal pero todas las tardes sentía esa necesidad de ir a rezar a mi cuarto para que no sucedieran cosas malas, para intentar evitarlas...Era como una obligación que me pertenecía y si algún día no cumplía con ella, me sentía fatal.
De esta manera, los estudios ocupaban un lugar secundario para mí. Realizaba mis deberes, sólo cuando estaba completamente segura de haber acabado mis oraciones y esto, solía ser siempre muy tarde.

Este era mi mayor problema, sin embargo, tenía alguno más. Por ejemplo, esa obsesión por lavarme las manos en todo momento. Nunca creía estar completamente limpia, notaba suciedad y sentía un enorme alivio cuando, al fin, podía enjabonarlas.
De este modo fui creciendo hasta alcanzar los trece años. Era el último curso en el colegio y, como era costumbre, se organizó una excursión para celebrarlo: viajaríamos a Barcelona.
Era estupendo y me hacía muchísima ilusión. No había nada malo en ello...
(Sin embargo, mi mente, que había comenzado a enfermar hacía ya algún tiempo, asoció la feliz idea de realizar un viaje con la desagradable posibilidad de que se produjera un acontecimiento trágico en el caso de materializar aquella ilusión: si viajaba a Barcelona, a mi madre le sucedería algo malo).

Ya no podía permanecer más en silencio. El secreto celosamente guardado de mi actitud en la intimidad, tenía que descubrirse pues se me planteaba un problema para el que sabía que no conseguiría encontrar solución en mi soledad.
Desafiando a los por mí considerados, permisibles rechazos y burlas de quienes me rodeaban, decidí salir de mi retraimiento y contarle a mi familia y amigos más cercanos, mi temor hacia una posible desgracia acechando a mi madre en el caso de realizar el ansiado viaje de final de curso. En contra de lo esperado, todas las personas a quienes confesé mi escondida angustia, se mostraron receptivas y comprensivas hacia mí, mis miedos y mis dudas. Me convencieron para ir a Barcelona, haciéndome ver que todos aquellos pensamientos e ideas que me atormentaban, carecían de lógica y no tenían fundamento posible al que atenerse.
Ya con la conciencia tranquila realicé, finalmente, el viaje a la ciudad condal.

Pero tras la experiencia de la excursión de final de curso, comenzaron a aparecer nuevos temores, pensamientos e ideas ilógicos así como complejas paranoias. Mi mente, obsesionada con la Religión y con los acontecimientos trágicos de que tenía conciencia, empezó a establecer una relación directa entre mis actuaciones y una consecuencia negativa derivada de éstas: hacer una cosa en concreto u otra, desencadenaba una determinada y precisa tragedia.
Confusas asociaciones entre acciones y efectos, empezaron a angustiarme e incrédula, luchaba sin éxito, por entender una situación que difería mucho de la realidad que me rodeaba.
Actividades tan cotidianas como elegir la ropa para vestirme cada día, hacer los deberes, encender la televisión y fijar una programación; arreglar la habitación o prepararme la mochila del colegio, por ejemplo, suponían dificultosos retos para mí pues imaginaba un resultado perjudicial deviniendo de la realización de los mismos.
Asustada por vivir, por dar un paso adelante, me limitaba a existir en un mundo donde comenzaban a residir únicamente, el temor y la amargura.
A caballo entre un universo fantástico y la realidad establecida, y cercada por una enfermedad que restringía no sólo mis voluntades sino también algunas de las actividades humanas más básicas, fueron sucediéndose los años.
Ya no gesticulaba una sonrisa, había perdido la capacidad física para hacerlo y sólo lloraba, lloraba desconsolada por las terribles ideas y peores pensamientos que invadían mi mente enferma.
El Trastorno Obsesivo Compulsivo se había apoderado de mí y dejé de ser dueña de mi propia conciencia.
Aquella alegría que había caracterizado mi personalidad en tiempos franqueados, había quedado en el olvido para dar paso a una profunda tristeza que asediaría mi hálito por completo.

Ideas, pensamientos y, lo que yo creía que eran sentimientos, negativos, ( contrarios a los míos verdaderos), comenzaron a dominar mi mente.
No me pertenecían y eran consecuencia de la enfermedad psicológica que padecía. Sin embargo, yo no podía saberlo y creí haberme convertido, de la noche al día, en una mala persona...
Ya no sólo imaginaba efectos fatídicos sobreviniendo de la consecución de determinados actos, sino también, terribles insultos contra los seres que más quería,
( familia, amigos, incluso Dios y otras figuras religiosas), así como, lo que yo consideraba que eran entonces, sentimientos de alegría derivados de todas aquellas desgracias que sucedían a mi alrededor o escuchaba en las noticias.

“- ¿Pero qué me estaba pasando?-” No comprendía nada. Aterrada por unos sentimientos de culpabilidad increíblemente espantosos, caí en una profunda depresión de más de tres años.
Fui tratada por diferentes especialistas en psicología y psiquiatría de toda España sin embargo, parecía que no existía una cura definitiva y eficaz para mi afección.
Físicamente, me encontraba en un estado de debilidad extremo debido a la pérdida de peso ocasionada por la depresión y la ansiedad que sufría, ( apenas contaba con 37 kilos y medía un metro y cincuenta y cinco centímetros), y a los numerosos efectos secundarios de la abusiva medicación que tomaba.

Recuerdo aquellos tres años de tratamiento, como los peores de toda mi vida.
Pasaba literalmente, los días llorando acosada por aquellos espeluznantes, involuntarios y persistentes pensamientos e ideas que me atormentaban, apenas dormía amenazada por terribles pesadillas que me consumían y, desesperada, sentía que no reunía fuerzas suficientes como para continuar luchando contra la indescriptible tortura, principalmente psicológica, que suponía permanecer viva.
¿Cómo se puede vivir consciente de la propia pérdida de identidad y de cordura? Yo no sabía hacerlo, no podía asumirlo. No comprendía qué me estaba pasando ni tampoco porqué.
“- Es una enfermedad-”, me decían, “- tú no tienes la culpa de padecerla, ni mandas sobre tus pensamientos, son agentes intrusivos que pretenden hacerte daño en contra de tus verdaderos sentimientos-”.
“-¡ Dios mío! ¿Qué quería decir todo aquello?-”
Un momento de tranquilidad, un instante de evasión...¿ por qué nunca podía tenerlos?

Pasados estos tres angustiosísimos años de tratamiento sin resultado, mi familia encontró finalmente, una clínica situada en el norte de España donde, según les habían comentado, se encontraba uno de los mejores, ( sino el mejor), médico neuropsiquiatra del país. Aunque sin tener apenas esperanzas, viajamos hasta allí buscando un nuevo diagnóstico o un tratamiento alternativo...
Sin embargo, para asombro, perplejidad pero sobre todo, incredulidad de mis padres e igualmente míos, el doctor que se encontraba al otro lado de la mesa, pronunció las palabras más increíbles e inesperadas que jamás he vuelto a escuchar en toda mi vida:
“- ¿ Cuántos días me dais para que la ponga buena?-”

Concretamente, hicieron falta 36. Ese fue el cortísimo intervalo de tiempo que necesitó la persona “más especial del mundo para mí”, en devolverme al estado de salud mental, y también físico, que con tantísima fuerza había ansiado durante años y del que ya me había despedido con la resignación que sigue a la impotencia. ( Había asumido y aceptado la realidad, sin expectativas, estaba convencida de que las cosas no iban a cambiar, pero, cuando se volvieron positivas, me aferré a las nuevas perspectivas de futuro que anunciaban con toda mi ilusión, y aún más, por cuanto valoraba aquello que ya había considerado tener perdido)...
Fui tratada específicamente para el Trastorno Obsesivo Compulsivo: me retiraron la medicación que estaba tomando hasta ese momento y la sustituyeron por una nueva que incluía: tranquilizantes, ansiolíticos y antidepresivos. Sin embargo, la eficacia del tratamiento se alcanzó indefectiblemente, gracias a la realización acompañada de un escáner cerebral para evaluar el estado de mi cerebro.
De este modo, pudimos descubrir que tenía falta de riego sanguíneo. Una insuficiencia cerebro-vascular que agravaba considerablemente el Síndrome Obsesivo Compulsivo que padecía.
Es muy curioso pero hasta ese momento, ningún otro médico había sugerido la posibilidad de que existiera algún problema en el cerebro ni por tanto, se había planteado la eventualidad de realizar un escáner cerebral para descartar viables problemas de riego que acrecentaran la neurosis obsesiva ya diagnosticada.
Sin embargo, una vez descubierto el problema complementario a mi afección, en esta clínica me administraron, además, fármacos para facilitar la llegada de la sangre, ( y por lo tanto, también del oxígeno), a mi cerebro, garantizando el éxito de la recuperación.

Han pasado ocho años desde entonces. Se puede decir que he superado mi enfermedad en un 90 por ciento. En la actualidad, continuo tomando medicación para evitar posibles recaídas, sin embargo, mi estado de salud físico y mental es todo un éxito, un milagro y el mejor de los regalos que valoro y del que disfruto como más, probablemente, sea imposible.
Como dicen, cada persona es un mundo. Así también cada caso es especial y único, de características determinadas y concretas; sin embargo, hoy escribo este abreviado relato de mi experiencia personal con la enfermedad psicológica, el Trastorno Obsesivo Compulsivo, con la esperanza de poder ayudar a aquellas personas que se encuentran sufriendo en estos momentos, víctimas de complejos mundos interiores provocados por esas afecciones psicológicas para muchos desconocidas, que tanto dolor y desánimo producen en quienes las padecen pero también, en su entorno más cercano.

Al comienzo de redactar este relato, reconozco que sentía un poquito de miedo, un tímido temor a poder ser considerada como una persona enferma, no cuerda, psicológicamente inestable, alguien de quien debes alejarte porque su influencia no puede ser buena; la eterna portadora de la etiqueta de desequilibrada o loca...
No obstante, peor o mejor considerada, me veía en la obligación, por otro lado, voluntaria y deseada, de dar a conocer mi experiencia personal con esta enfermedad psicológica en concreto, con la esperanza de poder ofrecer un haz de luz a todas aquellas personas que en estos momentos, pueden verse en cierto modo, reflejadas en aquello que yo fui, y que pueden dar ese paso hacia un estadio del que yo me encuentro disfrutando, si se aferran a la vida y a las múltiples posibilidades de curación, que a veces escondidas, les aguardan en algún lugar que sólo puede hallarse, si se deja a un lado la desesperación, el desánimo pero sobre todo, la resignación.

Este breve relato, me gustaría destinarlo a todos aquellos que, por unas causas psicológicas, ( también físicas), u otras, no son capaces de ver más allá del muro que se levanta frente a ellos y se consumen en el conformismo desafortunado de las escasas y negativas expectativas que éste les ofrece.
Desearía pedirles, por favor, que confíen en que, tras ese muro, el mundo les invita a vivir bajo la atenta mirada de quienes ansían e incluso, confían en que volverán a verles sonreír.
Y que no se den jamás por vencidos, como me dijo en una ocasión un buen amigo: “- la vida de nadie merece una pena-”.
Les gritaría asimismo, que luchen por lo más valioso que tienen con todas sus fuerzas, que no abandonen y que conserven su buen ánimo no dejándose caer en una actitud derrotista. Si bien querer no es siempre poder, al menos, seguramente sea la vía más fiable para conseguir nuestros objetivos y nuestros propósitos.

Dicen que la felicidad es la adaptación al entorno, y estoy de acuerdo: esa capacidad de conseguirlo que depende en buena parte, de uno mismo.
Personalmente creo que no existen ganadores ni tampoco perdedores, ni vencidos, sólo supervivientes a las pruebas a las que nos somete la vida.
Y que, en este partido, no importa tanto el resultado como llegar hasta el final conservando el ánimo hasta el último instante.
Así, no creo que vence quien gana sino todo el que no se rinde.


Esperando muy sinceramente, poder ayudar, desde mi experiencia humilde y en la medida de lo posible, a todos cuantos leéis estas líneas, se despide con toda ilusión y confianza en vosotros, quién seguramente no os conoce pero, que sin ninguna duda, os desea la mejor.



Reyes.

10 comentarios:

alberto dijo...

hey reyes , si te agrega un tal smellsliketeenalberto@hotmail.com , no te extrañes es que queria hablar contigo sobre el TOC.

alberto dijo...

hola reyes , me llamo alberto y soy de barcelona , y te he agragado al mesenger "smellsliketeenalberto@hotmail.com", por eso si ves que alguien te agrega o algo no te extrañes.

alberto dijo...

perdon por la redundacia.

Reyes dijo...

¡ Hola Alberto!

Ahora mismo te agrego y hablamos, ¿ de acuerdo? Me encantaría poder ayudarte. Venga, ¡ a por todas!;-)))

-Un fortísimo abrazo:

Reyes

Unknown dijo...

Hola lei tu relato te agregue en el msn la verdad es q aca no se con quien podria ir yo no vivo en europa el caso es q tengo toc desde los 8 o 9 años me dieron terapia un año a los 16 y mejore un poco pero se agrava a ratos mejore hace un año cuando tuve un novio al q quice mucho me hacia tan feliz q el toc se habia ido casi por complero pero ahora q se fue estoy cada vez peor hay dias q no puedo ni trabajar por mis temores y lo peor es q no me entienden y dicen q son pretextos en mi casa claro en el trabajo no hablo de mi problema tu me entenderas porq

Reyes dijo...

Hola Jeanette!

Te comprendo perfectamente y siento muchísimo que te encuentres padeciendo toc.
¿Vives en América? Una chica ha contactado recientemente conmigo y es de Amércia del Sur. Está interesada en la clínica EuroEspes, ( donde yo fui tratada), y quería consultarme si sería posible que la atendieran a ella también en este centro. Mañana mismo, tengo que preguntar y responderle. Si quieres, te transmito también a Ti la respuesta.
(Tal vez los médicos que me trataron a mí, conozcan a algún especialista cerca de dónde tú vives para que pueda ayudarte. Les consultaré además esto).

Jeanette, TE RUEGO MIS MÁS SENTIDAS DISCULPAS pero me resulta imposible en estos momentos agregar a más contactos a mi dirección de messenger porque no puedo atenderos a todos como mereceis. Por este motivo, si te parece bien, nos mantenemos en contacto por e-mail, ¿ sí? No descuidaré tu caso y estaré para ATENDERTE SIEMPRE QUE LO NECESITES.

-CON TODO MI CARIÑO Y MANDÁNDOTE ENORMES FUERZAS:

Reyes.

Laura dijo...

Hola Reyes. Soy Laura y tengo 15 años, y tambien soy obsesiva compulsiva. Cuando he leido tu relato me he emocionado porque me he sentido muy identificada con tu historia, al igual que tu, tambien estoy obsesionada con la religion, tambien me lavo las manos de forma compulsiva hasta que incluso me sangran, tambien pienso que si hago o no hago algunas cosas sucederan cosas malas...
Todo empezo hace 2 años, tenia obsesiones horribles y macabras, al cabo de unos meses fui al psiquiatra y me dio una medicacion, y la verdad es que mejore bastante pero aun no lo tengo del todo superado.
Te felicito sinceramente por haber superado el TOC y por este blog =D
un saludo!
Laura

Reyes dijo...

¡Hola Laura!

Siento muchísimo que padezcas toc. Además, ¡eres muy joven!
Aquí te dejo mi dirección de e-mail y messenger para que me escribas si lo deseas y podamos hablar: taira_135@hotmail.com

Por favor Laura, ¡si pudieras escribirme allí! Me encantaría poder ayudarte.

-CON TODO MI CARIÑO Y MI AFECTO:

Reyes.

TAORO dijo...
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Ga x dijo...
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